Si cuando te encuentras frente a una persona del sexo contrario sientes como si tuvieras mariposas en el estómago, te tiemblan las manos, no sabes qué decir, te ruborizas como un colegial, tartamudeas y te ríes por nada… no hay duda de que has encontrado tu media naranja. En otras palabras: te has enamorado.
Estos síntomas son las consecuencias de complejas reacciones químicas del organismo, que tienen su origen en fundamentos físicos y sicológicos. Antes de que una persona se fije en otra, ya dispone de un molde completo de circuitos cerebrales que determina los rasgos esenciales de la persona a quien amar, un mapa mental construido en nuestra niñez a partir de experiencias, hechos fortuitos, asociaciones con miembros de nuestra familia, amigos, etc.
Cuando encontramos a la persona deseada, se dispara la señal de alarma y nuestro organismo entra en ebullición. Se producen descargas eléctricas en nuestras neuronas, y andanadas hormonales que disparan la producción de sustancias químicas como la dopamina, norepinefrina y serotonina. El hipotálamo envía mensajes a las diferentes glándulas suprarrenales para que aumenten los niveles de adrenalina y noradrenalina, neurotransmisores que comunican entre sí a las células nerviosas.
Sus efectos se hacen notar al instante: el corazón late más deprisa, sube la presión arterial, se liberan grasas y azúcares para aumentar la capacidad muscular y se generan más glóbulos rojos, con el fin de mejorar el transporte de oxígeno en la sangre. Todo ello desencadena una especie de “imbecilidad transitoria” -en palabras de Ortega y Gasset- que convierte lo racional en irracional, la serenidad en nerviosismo y la prudencia en torpeza.
Pero nada es eterno. El estado de enamoramiento perdura entre dos y tres años. A veces, algo más. Con el tiempo, el organismo se va haciendo resistente a todas estas substancias y la atracción bioquímica decae. Comienza entonces una segunda fase con la presencia de otro tipo de compuestos químicos como las endorfinas, de estructura similar a la de la morfina y otros opiáceos, que confieren al sujeto la sensación de seguridad, paz y comodidad, dando lugar a lo que se ha llamado la etapa del apego.
En los recién casados se produce una gran cantidad de oxitocinas, responsables del amor pasional y el entusiasmo sexual. El cerebro envía una señal a la hipófisis provocando la liberación de hormonas eróticas, estrógenos y progesterona, por ejemplo. La glándula del timo segrega timina en mayor cantidad, la sangre se alborota y se acumula en puntos sensibles que facilitan la excitación.
Una relación sentimental donde el factor pasional es preponderante puede durar entre 90 y 180 días como máximo. Tras la disminución de la feniletilamina, de la familia de las anfetaminas, las personas se sienten cada vez menos enamoradas. Cuando la relación de pareja se rompe, el cuerpo experimenta una especie de síndrome de abstinencia, coincidente con el ansia de comer chocolate, rico en feniletilamina, que padece mucha gente frustrada.
IMAGEN: "El amor es como la salsa mayonesa: cuando se corta hay que tirar el bote y empezar uno nuevo". (Jardiel Poncela)