sábado, 25 de diciembre de 2010

Navidad

Un ángel se apareció a José y le dijo: “María dará a luz un niño y le llamarás Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1: 21).

“Jesús nació en Belén de Judea” (Mateo 2: 1). “Le envolvieron en pañales y le acostaron en un pesebre, porque no había lugar en la posada” (Lucas 2: 7).

“El pueblo, que andaba a oscuras, vio una luz grande. A los que habitaban en tierra de sombras, la luz les resplandeció. Se acrecentó el regocijo y la alegría por la llegada del salvador”. (Isaías 9: 2-3).

Exactamente eso es lo que estamos celebrando… o deberíamos celebrar: el nacimiento de un hombre que vino al mundo a dar su vida por el perdón de los que no saben lo que hacen y de los que sí lo saben.

Pero la realidad, obstinada, semeja haber superado nuestro símbolo de la Navidad  −el Niño Jesús−  para ponernos en manos de un personaje barrigudo, disfrazado con un grotesco traje rojo y una enorme barba blanca, postiza por más señas. ¿Alrededor?... Lucecitas de colores formando estrellas y trineos e iluminando arbolitos nunca vistos por estas latitudes tropicales.


Comerciantes haciendo estragos con el dinero de las regalías: “Ven a celebrar la Navidad comprando en […]”. Póngase aquí el nombre de cualquier calle peatonal o del
mall que se desee. Otro propone: “¡Pídele a Santa! Mi lista para Santa en esta mágica Navidad” y a continuación, la hoja se llena de líneas horizontales para que el nene o la nena escriba, sin torcerse, su inventario de caprichos.

Un popular diario publica un suplemento
Especial Navidad.  Entre páginas y páginas de anuncios invitando al consumo, se felicita porque llegaron los cuartos, sugiere cómo decorar los espacios según las últimas tendencias, nos propone una mesa esplendorosa y hasta un menú a base de platos dominicanos. Asegura que “la Navidad se llena de emoción brindando con […] el auténtico sabor de la Navidad” o con un amaretto di amore, como broche de oro, nada menos.

No falta una tienda de repuestos (?) que “puede hacer la diferencia irradiando bondad, paz y amor en esta época”; un arroz que “alimenta tu espíritu navideño” o unas fiestas con internet “a doble velocidad”. La publicación dogmatiza con alborozo: “¡Santa y los Reyes existen!” y termina con media paginita izquierda dedicada a los 150km de recorrido de Nazaret a Belén, lamentando el conflicto bélico que los separa.


Ni alusión, ni atisbo, ni referencia a una fiesta profundamente enraizada en la religión y en la ética, en esa dimensión social del amor, la compasión y la piedad, como valores inequívocos de nuestra condición humana.


Mientras, ahí al lado, cientos de haitianos mueren de cólera, indiferencia y olvido.



IMAGEN: Belén en barro. Artesanía paraguaya. Museo del Barro, Asunción. (Foto FG)

sábado, 11 de diciembre de 2010

El quinto sabor

¿Se puede describir el sabor de una sopa de algas o de un sukiyaki o, simplemente, de la salsa de soja? Por más que una persona entrenada pueda llegar a percibir decenas de sabores distintos, todos ellos son, en realidad, combinaciones de cuatro sabores básicos: amargo, salado, agrio y dulce, del mismo modo que los colores que vemos no son sino combinaciones de tres colores elementales.

Se considera que los sabores dulce y amargo cumplen cometidos muy distintos. La función del dulce es identificar una fuente de calorías en los alimentos, mientras que el amargo ejerce como
sensor de alarma para substancias potencialmente tóxicas.

Cuando el sabor amargo se percibe con gran intensidad, puede llegar a provocar el rechazo de la comida. Por el contrario, el organismo reclamará alimentos dulces en situaciones en las que peligre el suministro energético. Esta especie de
sabiduría del paladar explica que las preferencias gustativas de un individuo pueden modificarse de acuerdo con las necesidades de su organismo, ante situaciones diferentes.

En paralelo con el incremento de popularidad de la cocina asiática, la ciencia se ha visto también impregnada de aromas orientales, al incluir entre el tradicional cuarteto –amargo, salado, agrio y dulce– un quinto elemento: el
umami. Aceptado recientemente como un nuevo sabor básico, su descubrimiento se remonta a principios del siglo XX, cuando el científico japonés Kikunae Ikeda, atraído por el sabor de las algas marinas, logró aislar la molécula responsable.

Percibir el nuevo sabor es, para quienes no lo conocen, casi tan difícil como describirlo:
“Un paladar atento –explicaba Ikeda– notará una sensación que no podrá catalogar en el marco de los cuatro sabores clásicos”.

Realmente, lo que descubrió este hombre fue el glutamato, sin cuya aportación no sería posible percibir el nuevo sabor. Distinguir el
umami requiere mucha práctica. No se trata de comprar un paquete de ajinomoto y sazonar los alimentos sin ningún control. El glutamato monosódico es un receptor gustativo que debe ser utilizado con sabiduría. Los pescados, carnes, verduras y legumbres mejoran con la adición de este producto pero, en cambio, en lácteos, cereales y postres acontece todo lo contrario.

Definitivamente, un sancocho dominicano es siempre un valor –y un sabor– seguro. Sin aditivos.



IMAGEN: Platos de la cocina oriental. La mayor parte de los datos utilizados en la entrada de hoy los he obtenido de la revista Science y de algunas páginas web relacionadas con el glutamato y la cocina.

sábado, 27 de noviembre de 2010

La garita del diablo

Cuando los hombres descubrieron que podían viajar sobre las aguas, se hicieron navegantes. Cuando otros hombres se dieron cuenta de que podían asaltar los barcos de esos navegantes,
se volvieron piratas y corsarios, temidas huestes armadas que acabaron ambicionando cualquier territorio a su alcance.

Durante los siglos XVI y XVII, las plazas costeras del Caribe se fortificaron, aprestándose para su defensa. Las costas se poblaron de castillos y baluartes y, de trecho en trecho, se construyeron garitas estratégicamente situadas, desde donde los soldados vigilaban el horizonte día y noche, atentos a cualquier señal de peligro que llegase desde el mar.

Durante las horas de oscuridad, las rondas de guardia interrumpían cada tanto el descanso de los pobladores: “¡Centinela alerta!” gritaba el primero; “¡Alerta está!” respondía el siguiente. Así, de una garita a otra, hasta completar la última, dispuestos para iniciar la siguiente ronda con militar contundencia.

La noche de este relato, Juan, uno de los centinelas, no respondió. Su garita estaba situada al final de la línea de defensa, sobre un profundo acantilado, en el extremo de la bahía. El miedo se apoderó de los hombres, temiendo por la vida de su compañero y por la suya propia.

Con los primeros rayos de sol descubrieron, desparramados en el suelo de la garita muda, el fusil, la cartuchera y el uniforme de Juan, sin rastro del soldado. Pasando los días y a falta de una explicación mejor, se corrió la voz supersticiosa de que un demonio se había llevado su cuerpo por los aires.

Desde entonces, a la garita sobre el acantilado se la conoce como “la garita del diablo”.

La verdadera historia es bien distinta. Nada tuvo que ver el diablo con la desaparición de Juan, valiente y leal soldado español que tocaba la guitarra como nadie. Con ella y su bien timbrada voz enamoró a Madelis, una linda morenita de piel canela que ayudaba en las tareas de la cocina del regimiento.

A Juan, las ordenanzas militares le prohibían acercarse a ella y a ella se lo prohibía su mamá de crianza y adopción, más estricta que un sargento. Profundamente enamorados, Madelis le hablaba con los ojos y Juan le declaraba su amor sin que nadie sospechase que cantaba solo para ella.

Aquella tarde, poco antes de entrar de guardia en la garita del acantilado, Juan, acompañándose con su guitarra, tarareó suavemente:

“A eso de la medianoche
vete a buscar a tu amor,
porque lejos de tus brazos
se le muere el corazón.”

Madelis entendió el mensaje. Llegada la hora, se levantó de la cama sigilosamente y salió de casa en busca de su amado. Cuando se encontraron, la noche se llenó de besos y palabras de amor, y decidieron huir lejos y vivir juntos para siempre. Juan se despojó de su uniforme, cartuchera y fusil y se vistió con unas ropas discretas que Madelis, previsora como todas las mujeres, había llevado consigo. Sin hacer el menor ruido, abandonaron la garita y caminaron hasta el amanecer hacia el interior de la isla, donde formaron su hogar. Quienes los conocieron aseguran que jamás se vio por aquellos pagos una pareja tan enamorada y feliz.

Aún hoy, junto a la garita del acantilado, en las noches de plenilunio, se escucha, por encima del rumor del mar, una risa alegre y joven envuelta en el rasgueo de una guitarra.

La burla de los enamorados para quienes fabularon la leyenda de “la garita del diablo”.


IMÁGENES: Fotograma de La Perla Negra, el buque pirata del capitán Jack Sparrow en la ficción de Walt Disney “Piratas del Caribe”. La imagen de los enamorados es un fragmento de un fondo de pantalla que se ofrece en internet.

sábado, 13 de noviembre de 2010

El nombre del huracán

Plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro fueron, desde siempre, las tres actividades requeridas para dejar algo nuestro en el futuro del mundo. El presente nos ofrece una nueva y original oportunidad para trascender en la vida: dar nombre a una tormenta. 

Los meteorólogos comenzaron a asignar nombres a los huracanes, ciclones, depresiones y tormentas tropicales, en las Antillas, con el fin de facilitar la comunicación con el público y reducir la confusión sobre el fenómeno al que se estaban refiriendo. Durante siglos, se identificaron con el nombre del santo del día: por ejemplo, el huracán de Santa Ana, que azotó Puerto Rico el 26 de julio de 1825 o el de San Zenón, que asoló Santo Domingo el 3 de septiembre de 1930.

A finales del siglo XIX, un meteorólogo australiano utilizó por primera vez un nombre femenino para referirse a un huracán. Esta práctica, que logró consolidarse durante la segunda guerra mundial, se oficializó en 1950 y fue abandonada en 1978, cuando la Organización Mundial de Meteorología incluyó nombres alternos de hombres y mujeres en la lista de tormentas para el Pacífico Norte. Las listas se reciclan cada año y contienen un nombre por cada letra del alfabeto, excepto unas pocas que no se incluyen debido a los escasos nombres que comienzan por esa inicial.

Los nombres de los huracanes más destructivos –Mitch o Katrina, por ejemplo– se retiran y no pueden ser usados hasta pasados diez años. De este modo, se evita confundir una tormenta histórica con otra actual y, de paso, se facilitan las acciones legales, reclamaciones de seguros, etc. Cada nombre retirado se sustituye por otro que comience por la misma letra. Un buen ejemplo es el huracán Hugo, que se movió por el Caribe en 1989, devastando varias pequeñas islas al este de Puerto Rico, luego Puerto Rico mismo y más tarde Carolina del Sur. Fue reemplazado por el español Humberto

El fin de semana pasado despedimos con alivio a Tomas (sin acento) que hizo de las suyas en la República Dominicana y en nuestro vecino Haití. Los dos próximos serán, si llegan, Virginie y Walter, femenino y masculino respectivamente, con quienes finaliza la lista de nombres asignados para la temporada ciclónica actual.

En Europa, desde 1954, el Instituto de Meteorología de la Universidad Libre de Berlín se ocupa de bautizar cada perturbación atmosférica en ese continente, en el marco de una iniciativa que ofrece la oportunidad de participar activamente en la asignación de nombres. Por unos pocos euros, quien lo desee puede apadrinar un sistema de altas o bajas presiones.

Los años pares, las altas presiones llevan nombres masculinos y las bajas femeninos. La regla se invierte los años impares. Algunos son ya famosos, como Klaus y Cintia, que afectaron este año a España y a otros países del sur europeo.

Cuando asignamos un nombre no se modifica el tiempo
–obvio–, pero estamos realizando una contribución importante, con nuestro dinero, para mejorar la formación de futuros meteorólogos y, de paso, dejamos nuestra pequeña huella en la gran historia del mundo.

Que no es poco.


IMAGEN: El huracán “Igor” a su paso por Bermudas (Sep. 2010). Para asignar un nombre, favor contactar con el Instituto de Meteorología de la Universidad Libre de Berlín. La información está en inglés pero el procedimiento es muy sencillo.

sábado, 30 de octubre de 2010

Mis manos

Este texto fue escrito por mi hijo Jorge durante su visita
a uno de los centros para la educación de niñas sin recursos
que la Congregación de Santa Ana mantiene en la India.
Estoy seguro de que os gustará.

No hace mucho tiempo, tuve la suerte de disfrutar de la hospitalidad de las hermanas y las niñas de Ankur, en Bombay. Cuando llegué, la hermana Ana, de la mano, me enseñó mi habitación, el comedor, la casa... Desde entonces no he soltado esa mano.

Al atardecer jugaba con las niñas hasta que ya no podía más; nos sentábamos y nos mirábamos las manos. Mis manos son grandes, tengo los dedos largos. Las manos de las niñas de Ankur son pequeñas, oscuras, de deditos flacos. A mí me gustaban los tonos tostados de las manos de mis niñas y a ellas el color zanahoria de las mías. Yo podía atrapar cuatro o cinco de sus manos, pero ellas eran más.

Yo les hacía aviones y pájaros y sombreros de papel, y ellas me regalaban la expresividad de los bailes indios, y me enseñaban juegos de palmas, y yo, a cambio, sencillos trucos de juglares. Cuando me llevaban a los columpios, tres y cuatro manos tomaban las mías, a cada lado.

Las manos de mis niñas están hechas de lo mismo que las mías. Están hechas del mismo sol que castiga el mediodía indio mientras da los buenos días en España. Están hechas de la misma luna llena que baña la noche de Bombay, del mismo viento que se quita la bufanda y se queda en camiseta en Mira Road.

Las manos de mis niñas están hechas del mismo mar, porque las olas se saben la misma canción en las playas de India y en la Costa del Sol; de la misma lluvia que, durante el monzón, moja los patios de las casas indias, como los de las demás. Están hechas del mismo arroz que mira los trenes pasar, del mismo cariño de madre y de la misma madre tierra.

Mis manos tienen todo lo que quiero. Las manos de mis niñas están pidiendo en la cola de un slum que huele a diarrea y a perro muerto y a podrido. Un lugar que es pesadilla insoportable y patio único de juegos para muchas niñas indias, donde los habitáculos son más pequeños que el baño de mi casa, levantados con lo que yo tiro a la basura; slums junto a charcas de aguas negras, fecales e infectas, nido de enfermedades que no me caben en la cabeza. Mis niñas no saben que la lepra tiene cura, que no tiene por qué comerse sus deditos, esas manitas...

Las manos de la niña que pide chapati con tanta insolencia en la estación de Varanasi son las mismas que me pedían un caramelo a cambio de una sonrisa, a través de la verja de la puerta de Ankur. Las manitas que me peinaban y me trenzaban el pelo son las manos sin dedos de la leprosa de Dharamsala, que esboza una caricatura de sonrisa sin gracia de namaste.

Las manos que me preparaban el curry de pescado a la hora de comer son las mismas manos de esa mujer que fue noticia en las páginas interiores de los diarios, quemada viva por no poder satisfacer una dote más exigente, y que escriben con sangre y fuego -nunca fue más literal- la historia de la India. Las manitas deformes de ese chaval deforme que se agarra a mis pantalones en Paharganj, en Delhi, y que se arrastra con una botella de plástico vacía debajo del culo porque no puede caminar, son las mismas manitas tostadas, los deditos flacos que tomaban las mías en el patio de Ankur, cuando nos cansábamos de jugar.

Y ahora sé que las niñas indias, la gente que duerme en la estación, en las calles de Calcuta, debajo de sacos de plástico, y en tantas otras estaciones y calles de tantas otras ciudades de nombres tan exóticos y yo, somos la misma cosa.

Sólo tengo que mirarme las manos.


IMAGEN: Niñas hindúes en Ankur. Si quieres conocer detalles de estos centros o apadrinar a una niña, visita www.padrinos.org. Muchas gracias por tu apoyo.

sábado, 16 de octubre de 2010

Leyendas dominicanas: Ciguapas

Entre los relatos y recuerdos lejanos, contados por abuelos campesinos en tibias noches sin luna, emerge siempre una leyenda sostenida por la figura mítica de unas mujeres de gran belleza, de ojos oscuros y rasgados, larga cabellera negra, suave y lustrosa, como tirada al descuido sobre sus pechos desnudos, que se distinguen de las otras mujeres porque tienen los pies del revés y dejan huellas contrarias al rumbo de sus pasos: las ciguapas.

Se dice que son mujeres salvajes, poseedoras de poderes mágicos, pero no aparentan tener nada en común con la brujería y las creencias medievales europeas de viejo cuño. No vuelan en escobas ni se convierten en aves de mal agüero, revoloteando alrededor de las casas, como las brujas, bruixes, güixas, meigas, lamias y sorguiñes de la hispana tierra.

Las historias de ciguapas se cuentan y recuentan en inolvidables noches de prometidos amaneceres, entre los humildes moradores de estos paisajes. Propagadas gracias a una suerte de juglarismo que viaja con el viento entre las montañas y valles de la isla, las mil y una variantes de la leyenda, ocupan ya un lugar en la música, en la literatura y en el arte dominicanos.

El tema de José Duluc fue todo un fenómeno musical. Pone de relieve las cualidades amatorias de la ciguapa, aunque no explota su riqueza folklórica. Existen otros referentes, como la obra de Said Musa, en el bulevar de la 27, en Santo Domingo, o la musa de alambre de Jhonny Bonelly. La fuerte presencia del mito en la sociedad dominicana se evidencia en un premio cinematográfico, en una editorial o en un paraje de la ciudad capital, todos con el nombre de La Ciguapa, sin olvidar los textos de Ángel Guridi, en 1880, de Juan Boch en 1935 o, más reciente, la novela Goeíza, de Mora Serrano, Premio Siboney, en 1979.

Aquí se puede escuchar La ciguapa, el merengue de Duluc en versión del dominicano Chichí Peralta.

En su interpretación moderna, la ciguapa va sufriendo transformaciones físicas y alteraciones significativas en sus tradicionales hábitos y costumbres. Una de las explicaciones más comunes cuenta que, “por las noches, surge de los montes una hermosa mujer de largos cabellos, con los pies hacia atrás, que recibe el nombre de ‘ciguapa’, la cual es completamente inofensiva y sumamente tímida, llegando incluso a asustarse de la gente”.

En esta línea, se dice que tienen un corazón cazador y que, con el cielo oscurecido, salen por las serranías en busca de algún descuidado caminante al que embrujan, aman apasionadamente y luego matan, abandonando su cuerpo por los caminos. Algunos creen en un ser sobrenatural y otros que solo se trata de indias con los pies al revés, dadas al rapto de los hombres que les gustan; que tienen malas costumbres y suelen robar manteca y carne cruda de las cocinas, aunque se afirma también que aprecian el maíz que se siembra en los conucos.

Encontrarse con una de ellas podía significar ser amado –dicen–  de una manera incomparable, apasionada y loca, pero también enajenarse de lo conocido para entrar por siempre en el mundo oscuro y mágico de esas míticas mujeres.

Amores que carga el diablo.


IMAGEN: Ciguapas. El tema está obtenido en internet pero, lamentablemente, no he podido averiguar el autor de la pintura.

sábado, 2 de octubre de 2010

Las diez y diez en todos los relojes

“Eran las cinco en punto de la tarde; las cinco en punto en todos los relojes…”  Sin embargo, y a pesar de los inmortales versos de García Lorca, la hora marcada por los relojes en la mayoría de los anuncios publicitarios, vitrinas, escaparates y lugares de venta no son las cinco en punto de la tarde, sino las diez y diez.

Esta regla, probablemente no escrita, según la cual deben señalar esa hora, no es fruto del capricho, sino de un minucioso análisis estético de la imagen y de su impacto sicológico.


Para empezar, no resultan atractivas las horas en las que las agujas se superponen porque da la impresión de que existe una sola aguja, ni las horas en las que las agujas se oponen, semejantes a una manecilla larga que atravesara la esfera por su centro, como flecha de Cupido.

La situación más equilibrada visualmente, con la esfera dividida en dos sectores, es que uno de ellos sea el doble de grande que el otro. Si la esfera fuera un rostro, las agujas dibujarían una mueca de tristeza a las 08:20 y una sonrisa a las 10:10, con sensación de
happy hour.

La elección no resulta difícil. Además, es la hora a la que nos solemos levantar cuando no hay que madrugar y, por lo tanto, asociada al fin de semana, el entretenimiento y la relajación.


La forma que dibujan las manillas a esa hora tiene un efecto positivo en el usuario del reloj: forman un
tick que comúnmente significa “aceptado” o también “Ok”. El día es aún joven y tenemos muchas horas por delante para realizar cosas.

Si se dibuja un rectángulo dentro de la esfera con el límite marcado por el minutero, el resultado es un
rectángulo áureo. Los griegos lo consideraban de particular belleza y lo utilizaron asiduamente en su arquitectura. Inconscientemente, se diseñan infinidad de cosas que resultan tener la forma de un rectángulo áureo.

Otra ventaja importante es que, a las 10:10, la posición de las manecillas no tapa un eventual calendario, casi siempre ubicado cerca del 3 o del 9, ni el logo del fabricante, normalmente bajo las 12.


Algunas marcas intentan dar un toque de originalidad o rebeldía infringiendo esta costumbre, pero sólo se atreven a modificar la hora ligeramente, como en el caso de
Omega, que señala las 10:08 o de Pulsar, que marca las 10:09. Y aunque esta hora no tenga ya ninguna justificación en los relojes digitales, la mayoría de las marcas continúan utilizándola. 

Puntualmente.



IMAGEN: Uno de tantos relojes marcando las diez y diez.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Rafael

Alguna tarde, cuando el calor aprieta, o sea, con frecuencia, suelo visitar el colmado de Rafael para echarme al coleto una Presidente bien fresquita y, de paso, departir con su propietario sobre cualquier cosa que venga a cuento, divina o humana. Un día es de fútbol  -el campeonato del mundo dio para mucho-, otro día toca política, algunos sobre pura filosofía de la vida, que en eso es una eminencia. A veces, sobre su ascendencia española, de la que presume discretamente. Así hasta que su pequeño dispensario se le llena de clientes, si se le llena, y entonces me despide con un guiño.

Rafael llegó a Santo Domingo con su esposa, desde Baní, hace ya muchos años, cuando todavía eran jóvenes, dice él. Es un hombre recio, de los de antes, con el mentón pronunciado y las manos gruesas, herencia de otros tiempos, de cuando cultivaba su propia tierra. Peina canas pero conserva el pelo, blanco, como su corazón. Guarda siempre una sonrisa y tal vez un consejo, si se lo piden, para todo aquel que asome por su pequeño negocio.

Se conoce al dedillo las propiedades curativas de la fruta que vende. Si usted anda cansado, no lo dude, sus naranjas las mejores; si la señora tiene mal las articulaciones, nada como sus manzanas; ¿problemas con el estómago?, el guineo maduro insustituible… Sale uno convencido de que se lleva lo mejor y, de regalo, una sonrisa, su sonrisa, gesto apreciado por todos los que le conocen, que son una enormidad.


Desde hace casi treinta años forma parte del paisaje del barrio. Siempre con su esposa, hasta que se la llevó el cáncer. Dicen que la lloró con lágrimas que no salen de los ojos, sino del corazón. Jamás perdió las buenas maneras y las ganas de vivir, y eso le hace grande entre los grandes.


La casualidad quiso que el camarero y dueño de un modesto restaurantito próximo a su colmado, compañero de juventud en Baní y algo más que un amigo para nuestro protagonista, me hiciera una confidencia mientras cenaba yo un delicioso chillo a la criolla. Desde hacía unos años, desde que su mujer faltaba, Rafael iba a tomarse un ronsito todos los sábados por la tarde, tal vez como premio a una semana dura. A la mitad del trago hacía una llamada:
“Era corta; él no hablaba; me extrañó siempre aquel silencio y, sobre todo, la sonrisa tan especial de su rostro”, me dijo el dueño. 

Una tarde, Rafael olvidó su teléfono celular sobre la mesa y, el camarero, profundamente curioso, decidió pulsar la tecla de rellamada. Aún le temblaban las piernas, me contó, al recordar, al otro lado del auricular, la voz de la esposa de Rafael, femenina y joven, pidiendo dejar un mensaje después de oír la señal.


Comprendió entonces que Rafael llamaba a su propia casa para escuchar a su esposa, cada semana, aunque solo fuera una grabación pero, probablemente, la única manera de sentirla cerca, al menos un momento, suficiente para seguir adelante.


Tal vez por eso, Rafael no ha perdido la sonrisa.



IMAGEN: De economía familiar, los colmados suelen ser también punto de reunión para jugar un dominó, sentarse a ver un partido de beisbol o disfrutar de una botella de cerveza o de un vaso de ron.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Fantasías sexuales legislativas

El apocalíptico warning enviado por la embajada USA en Santo Domingo acerca de la previsible llegada del huracán Earl, sugiriendo permanecer con el pasaporte entre los dientes por si había que evacuar con urgencia, me pareció motivo suficiente para quedarme en casa el pasado fin de semana, dedicado a las actividades que me gustan: hablar por skype con mi mujer, leer, escribir, dibujar, oír música, cocinar, navegar por internet…

La web, como se sabe, es fuente inagotable de sorpresas, pequeñas y grandes. Entre estas últimas, descubrí la paranoia de algunos legisladores por establecer preceptos legales sobre el sexo, como si las relaciones entre machos y hembras pudieran regularse a golpe de gaceta oficial. A modo de insólito bestiario, dejo aquí constancia de un decálogo que los viajeros a Estados Unidos deberían tener muy en cuenta, no vaya a ser que los devuelvan con la etiqueta de pervertidos sexuales.


1 – En varios estados es difícil acceder a un condón. En Connecticut está prohibido usarlos, y en Wisconsin se venden como mercancía tránsfuga que se saca de debajo del mostrador. En Indiana, a las mujeres solas no se les permite comprarlos.


2 – En Nueva York está prohibido darse la vuelta para mirar libidinosamente a las mujeres por la calle… como casi todos los hombres hacemos.


3 – En Oregón es ilegal que los maridos digan guarradas durante el coito. Vía libre, en cambio, para recitar párrafos enteros de la constitución. Mucho más excitante, sin duda.


4 – En Kentucky no se permite a las mujeres pasear en bikini o traje de baño por ninguna de las carreteras del estado, a menos que vayan escoltadas por dos oficiales de policía o armadas con una porra. Será para evitar ser violada… en sus derechos, claro.


5 – En Virginia es ilegal practicar el sexo con la luz encendida. Me imagino que la pareja del legislador ganó un concurso de feas.


6 – En Wisconsin, los hombres no pueden disparar armas de fuego cuando la mujer está teniendo un orgasmo… no vaya a ser que pierda la concentración y se quede a medias.


7 – En California, Rhode Island, Dakota del Sur, Maryland, Utah, Nuevo México y Florida, el sexo oral está terminantemente prohibido. Las penas varían en cada estado. Florida se lleva la palma: 20 años de cárcel por un solo de trompeta.


8 – En Washington no se permite a los hombres mantener relaciones sexuales con mujeres vírgenes. ¿Cómo perderán la virginidad sin infringir la ley?...


9 – El sexo fuera del matrimonio es ilícito en Georgia. ¿Imagináis esta ley en nuestros calientes países latinos?...


10 – En Minnesota no está permitido que los hombres hagan el amor con sus esposas si el aliento les apesta a cebolla, ajo o sardinas. El hombre está obligado a darse un buen cepillado de dientes previo al acto.


Pero la palma de oro de este festival de estupideces sexo-legislativas se la llevan en Hawái. Si un hombre se acuesta con una polinésica hermosa, menor de 18 años, los padres de la chica deberán realizar trabajos comunitarios durante tres años… por haber educado a su hija de manera demasiado liberal.


¡Que lo disfruten!


IMAGEN: Escena de Sexo en Nueva York, ciudad en la que está prohibido volverse para mirar libidinosamente a una mujer. ¿Solo para hombres?...

sábado, 21 de agosto de 2010

Las lágrimas de Enia

Las perseidas son una lluvia de meteoros que parecen irradiar de la constelación de Perseo. En la Edad Media, el fenómeno tenía lugar durante la noche en que se recordaba a San Lorenzo, por lo que se asociaron con las lágrimas vertidas por el santo mientras lo quemaban sobre una parrilla.

Esta es mi particular versión.

Los astrónomos bautizaron a la estrella con el nombre de SN1998M, pero sus amigas la llamaban, simplemente, Enia. El brillo de esta pequeña y joven perseida, intensamente blanca, se consumía enamorada de un hermoso planeta azul que giraba, sereno e indiferente, alrededor de un espléndido sol.

Una tarde anunció a sus amigas más íntimas, Algol y Mirfak, su decisión de abandonar la galaxia para reunirse con su amado en aquel lejano sistema solar. Planeaba acercarse lo suficiente a su órbita, como para que éste la atrajera con su fuerza de gravedad, quedando así atrapada, durante millones de años, como inseparable compañera del planeta de sus sueños.

La llamaron loca. Trataron de disuadirla de su aventura, advirtiéndole de los numerosos peligros que acechaban fuera de la constelación. Le explicaron, como pudieron, que el universo era un sistema complejo, donde todos debían ocupar su lugar, apoyando y manteniendo un delicado equilibrio gravitacional que su atolondrada huída podía poner en riesgo.

Todo fue inútil. Partió una mañana, sin atender a los ruegos de sus amigas, quienes la despidieron sumidas en una leal tristeza, seguras de que no la volverían a ver.

Fuera, el universo era tan negro que la masa de Enia apenas conseguía iluminar débilmente su camino y pronto se vio envuelta en un laberinto de órbitas y cuerpos celestes que se movían a una endiablada velocidad. Apenas había viajado unos pocos parsecs, cuando estuvo a punto de que la engullera para siempre un amenazador agujero negro. Más tarde, en los confines de su galaxia, se enredó en la larga cola de 109P, un cometa que cruzaba por allá cada 135 años: “¡Mira por dónde vas, estúpida!”. Asustada y desorientada, se perdió en la oscuridad.

Cuando Algenib, una supergigante amarilla, el astro más brillante de la constelación de Perseo, supo de la locura de Enia, no dudó en salir en su búsqueda, acompañada de Algol y Mirfak. Con la ayuda de su potente luz y guiadas por el rutilante rastro de lágrimas que nuestra protagonista iba dejando a su paso, pronto dieron con ella en un oscuro rincón del universo, junto a un cúmulo de polvo estelar. Sus dos amigas, dichosas de haberla encontrado, comenzaron a girar alegremente en una órbita próxima a la estrella enamorada, rodeándola con su cariño en su regreso a casa.

La lluvia de perseidas o estrellas fugaces que podemos ver en el cielo hacia mediados de agosto, son las lágrimas de Enia que llora desconsolada por el amor imposible de aquel inalcanzable y hermoso planeta azul.



IMAGEN: La lluvia de perseidas, visible únicamente en el hemisferio norte, se produce cuando la Tierra cruza la órbita del cometa 109P/Suift-Tuttle: las partículas de polvo desprendidas de su cola se incendian al entrar en contacto con nuestra atmósfera. La intensidad de esta lluvia oscila entre 30 y 100 meteoros por hora.

La expresión “planeta azul”, referida a la Tierra, es original del inolvidable naturalista Félix Rodríguez de la Fuente, que inmortalizó con ese nombre una de las series más populares de la televisión española de los años 70.

sábado, 7 de agosto de 2010

Chop suey de pollo

“Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”, canta Sebastián en La Verbena de la Paloma, una zarzuela estrenada en España en 1894. Desde entonces, las ciencias han adelantado no una, sino varias barbaridades, excepto, al parecer, en lo que se refiere a los programas de traducción automática.

Como prueba de sus deficiencias técnico-neurológico-cibernéticas, he seleccionado una receta de chop suey traducida en línea del inglés al español (?). Vean el resultado "entrecomillado en cursiva" y mis apostillas en letra normal.

“Calienta el aceite y el jengibre, en el wok puede estar en polvo fresco o (es necesario alinearlo)”. Importante paréntesis: tenerlo todo bien alineadito es obligatorio en una cocina ordenada. Lo del wok en polvo fresco ya no me cuadra. Los polvos siempre en caliente, digo yo.

El segundo párrafo nos va aclarando: “Para cortar la carne en tiras pequeñas, y cocinar el pozo del calentamiento ellas en el aceite. Una vez que se dore (si sucede el fuego era suficientemente caliente, pero se parece últimamente yo que están inyectando el aire a él al gas, no calienta un excremento) para retirar todo el contenido en un poco de envase”. Si no se dora la carne es que, efectivamente, el gas no calienta una mierda. Lo difícil debe ser cocinar el pozo.

“A la carne en la receta de chop suey de pollo, si se desea, es posible ser condimentar con cualquier otro ingrediente, del vino blanco a la salsa de la soja, te vas y sazonas con pimienta. Recordar que la salsa de la soja, de en caso de que, ella sea absolutamente salada”.  Si te vas, no puedes sazonar con pimienta, ni con nada. Yo creo que primero hay que sazonar y luego ya te puedes ir… al baño, me imagino, porque a estas alturas te estarás meando de risa.

Esto ya está mejor: “Con el jugo (si se deja pequeño para agregar el aceite) de la carne saltada al calentamiento y a los vehículos del salto en esta orden (seguir si desean): Zapallitos, zanahoria (también es posible ser utilizado), pimienta roja, cebolla de Verdeo”. Lo más probable es que la carne, al calentarse, salte a un vehículo que, casualmente, pasaba por la cocina en ese instante, y se vaya con la cebolla a visitar a unos parientes que tienen en Verdeo.

“La orden es para no quemarse nada y todo llegue a tiempo en el extremo. Agregar la salsa de la soja, de los bordes del wok que llega así todos los lugares de wok. Una vez que los salten, agreguen la carne que eran tenidos en un envase, para el extremo los brotes de la soja y del revuelve se agrega como puede. Dejan calentamiento todo apenas un poco y sirven”. Pues eso, que se agrega todo como se puede, pero sin quemarse.

Tienes la posibilidad de servir la receta de chop suey de pollo con el arroz blanco para alimentar cerdos como tuve que hacer el ayer por la noche, se recomienda acompañar con un poco de vino blanco”. Qué contentos se van a poner los cerdos: cena a base de chop suey de pollo con arroz  y vino blanco. ¿Sauvignon o chardonnay?...

¡Buen provecho!


IMAGEN: El chop suey es un plato de origen chino-estadounidense que literalmente significa "trozos mezclados". Se puede cocinar con los restos de carne y vegetales que van quedando en la nevera.

domingo, 25 de julio de 2010

Día del Padre

“En las alegrías y en las penas, en la salud y en la adversidad, hasta que la muerte nos separe”.

No hablamos de matrimonio, sino de paternidad.

El invierno está siendo excepcionalmente frío y largo en las tierras salvajes del estado de Washington, cerca de la frontera con Canadá. La pequeña granja rural de Henry Jackson Smith, veterano de la guerra civil, se mantiene como puede, dedicada a la producción de leche, queso y manzanas. Desde hace casi un lustro, el propietario es un hombre viudo. Su esposa murió durante el parto de su sexto hijo, cuando una tormenta de nieve impidió que el doctor llegara a tiempo.

Trabajando de sol a sol y no con pocos sacrificios, Henry se hizo cargo de la educación de su prole y, al decir de la gente que le conoció bien, nunca les faltó nada de lo necesario.

Años después, en 1910, su hija Sonora Smart Dodd quiso rendirle homenaje, reconociendo públicamente el esfuerzo, la dedicación y la generosa entrega de aquel hombre paradigmático, y propuso la fecha de su nacimiento, el 19 de junio, para establecer un día nacional del padre.

La idea fue acogida con entusiasmo. Se corrió la voz y la gente de otras ciudades se unió a las celebraciones hasta que, en 1924, Calvin Coolidge, trigésimo presidente de los Estados Unidos, lo declaró celebración nacional.

Muy lejos de allí, al otro lado del mundo, Massoud Abdulá recorre cada mañana, con su hijo sobre los hombros, pegado a su turbante, los más de once kilómetros que separan su casa del hospital de campaña de Médicos sin Fronteras. Allí, el chico recibe a diario tratamiento intensivo, con la esperanza de que algún día pueda volver a caminar.

La sonrisa amable y sincera de Massoud, modesto vendedor de legumbres y harina al norte de Kabul, se quebró en seco la tarde de la explosión. Su hijo Habib, el más joven de cuatro hermanos, jugaba con otros niños en una explanada polvorienta, cerca de su casa. Nadie sospechó que una potente bomba de racimo estuviera aún allí, a pocos centímetros de la superficie donde los más pequeños del barrio, todos los días, a todas las horas, perseguían a patadas una pelota de trapo.

Varios murieron. Habib tuvo suerte. Los cirujanos, al finalizar la segunda operación en sus frágiles piernas, aseguraron al padre que el chico volvería a andar con soltura y que tal vez, con algo de suerte, hasta podría seguir jugando al fútbol. Eso sí: después de un periodo, de duración imprevisible, de intensa y paciente recuperación.

Cada mañana, con su hijo sobre los hombros, Massoud, que en pastún significa afortunado, sonríe de nuevo y agradece a Dios su buena estrella.

Entre la granja de Henry y el hospital en Kabul, mi tierra vasca y el caserío donde me crié. Mi padre, al amor de la lumbre de la cocina familiar, me relataba cuentos de inocente terror, protagonizados por aquellos dos malvados asustaniños que la imaginación de mi progenitor había bautizado como la bruja Mediodiente y el gigante Pasoslargos.

Aunque el mundo se estuviera derrumbando, yo no sentía miedo, sabiéndome protegido por aquellos ojos negros, atentos y vigilantes, y aquellas manazas grandes y peludas que, sin embargo, poseían la sensibilidad del más fino lutier. Con ellas, una tarde me construyó una flauta de caña con la que poníamos música a sus historias. Aún le veo taladrando los agujeros justos para mis dedos flacos con una varilla de hierro al rojo vivo. Todavía percibo el olor y el chisporroteo de la madera quemándose.

De haber un dios del fuego, que luego supe que sí lo había, no podía ser otro que mi querido papá.

A todos los que, con turbante o sin turbante, son capaces de hacer todo por sus hijos, ¡feliz día del padre!


IMÁGENES: Las fotografías primera y tercera son irrelevantes.
La central, en cambio, es un cuadro increíblemente realista del pintor iraní
Iman Maleki cuya galería on-line recomiendo vivamente visitar.

sábado, 10 de julio de 2010

La leyenda del lago

Este relato está dedicado a mis amigos, hombres y mujeres, con quienes, en Paraguay, tuve el privilegio de compartir y disfrutar de la belleza del lago de Ypacaraí y su entorno incomparable. Se lo debía desde hace tiempo. Estoy seguro de que quienes me leen en mi nuevo hábitat dominicano se complacerán también con esta pequeña ficción.



El jesuita descendía por el sendero del cerro Yvytypané, que en guaraní significa “aciago”, deseando llegar cuanto antes a la aldea Tapaicua o “pozo Tapá”, un conjunto de chozas miserables habitadas por medio centenar escaso de indios haraganes y ladrones que se habían negado a convertirse a la fe cristiana. Caminaba a buen paso, muerto de sed, acompañado de un pequeño loro de vistosos colores al que llamaba Pytã, “rojo”, que revoloteaba a su alrededor y que, a veces, se posaba a descansar sobre el hombro izquierdo del misionero.

Hombre y pájaro rezaban al unísono: el ave, arrastrando fuertemente las erres; el monje, con los registros de su bien timbrada voz de barítono, educada en Dios sabe qué claustros de remotos monasterios. “¡Vete de aquí! ¡Vete de aquí!”, le gritaba una y otra vez al loro quien, con su parloteo, le impedía concentrarse en sus oraciones.

Llegados al poblado, el pájaro voló hacia el pozo para aliviar su sed, pero el cacique de los indígenas, celoso custodio del agua que les daba la vida, impidió al sacerdote llenar la pequeña calabaza que llevaba colgada de la cuerda de cáñamo que, a modo de cinturón, sujetaba su tosca vestidura. De nada sirvieron sus súplicas. Frustrado y sediento, el religioso continuó su camino, con Pytã sobre su hombro.

Al final de la aldea, a la puerta de una choza un poco alejada de las demás, un indígena le hacía discretas señas indicándole que se acercara. Era un hombre joven, bajo y robusto que le ofreció, sin mediar palabra, media calabaza de agua y un trozo de chipa recién cocinada.

Del interior de la casucha, atraída probablemente por el incesante parloteo del pajarraco, salió una agraciada indiecita de cara redonda, grandes ojos oscuros y cabello increíblemente negro, que se quedó prendada de los hermosos colores del ave. Pytã debió de sentir una atracción similar por aquella hermosa criatura. Voló hasta la mano extendida de la niña sobre la que se posó con sumo cuidado, como evitando herirla con las afiladas uñas de sus patas.

Mientras el monje descansaba a la exigua sombra de un reseco naranjo, entre la niña y el loro se estableció un fuerte lazo de amistad. El ave no mostró ninguna intención de volver con su dueño, por lo que el jesuita decidió dejarlo con la feliz criatura y proseguir su camino, aprovechando el escaso frescor de un atardecer que derramaba generoso sobre el campo las alargadas sombras de las desaliñadas palmeras mbocaya.

A medianoche, el pozo de la aldea se desbordó. El agua manaba como un torrente cada vez más impetuoso, inundando caminos, campos y chozas, ahogando a todos los indios perezosos y ladrones que dormían en sus hamacas. Todos murieron, excepto uno y su niñita: los que aquella misma tarde habían regalado media calabaza de agua y un trozo de chipa a un jesuita sediento  y cansado. El loro les había despertado al grito de “¡Vete de aquí! ¡Vete de aquí!”, avisándoles a tiempo de que debían huir hacia lo alto del cerro que llamaban “aciago”.

Al oír el estruendo del agua, el monje volvió sobre sus pasos, tratando de detener el ya irremediable desastre. Desde lo más alto de la loma que hoy ocupa la iglesia de la Candelaria, en Areguá, con una cruz y una biblia en la mano, invocó a Dios Padre y el Padre Todopoderoso le escuchó. El pozo dejó de manar, las aguas se calmaron y retrocedieron en parte, mientras la luna llena contemplaba indiferente la tragedia.

Desde entonces, el hermoso lago azul formado aquella noche lleva el nombre de Ypacaraí, que en guaraní significa “lago sagrado”.


IMAGEN: El lago durante una regata del Día de la Hispanidad. Pulsando aquí se puede ver una secuencia de imágenes del lago con un fondo musical romántico e inolvidable a cargo de Julio Iglesias.

sábado, 26 de junio de 2010

Dolor de espalda

De vez en cuando me duele la espalda. Como a casi todo el mundo. Hoy he hablado con mi amigo Paco, que vive en Paraguay, y me ha dicho que tiene un lumbago “de cojones” que, en el español de España, significa en el límite de lo soportable.

Hace unas semanas entré en crisis con un fuerte dolor cerca de las cervicales. Lo normal hubiera sido remediarme con
ibuprofeno, como suelo hacer en estas situaciones, un antiinflamatorio que me va muy bien. No sé por qué, me dio por acudir a una masajista que se anuncia en el diario. Craso error. Acabé aún más dolorido. Me prescribió unos ejercicios de cuello y que no se me ocurriera usar el auto. Al salir, ya se sabe, hay que aportar los 1.000 pesos que cobran aquí, como mínimo, por cualquier consulta.

Al día siguiente, inspirado por un reportaje que vi en la tele, probé suerte con la acupuntura. “Clínica del Dr. Chino” se lee en la puerta, sobre una ostentosa placa dorada con letras rojas, en español y, supongo, en chino. Me tumbaron boca abajo, sin camisa, en una camilla junto a otras camillas con otros pacientes, separadas con una tela verdosa que se movía al ritmo de los ventiladores y de la musiquilla de restaurante oriental barato que sonaba en el ambiente. El chino que vino primero me preguntó dónde me dolía y me apretó con fuerza por distintos lugares de la espalda para ver cuándo y cuánto gritaba. Localizado el foco, me clavó un par de agujas, me colocó una lámpara incandescente a un centímetro de la piel y desapareció por entre la marea de tela verde.

La lamparita me estaba gratinando la espalda y las agujas me martirizaban lo suyo, pero pensé que hubiera sido peor si me las hubieran puesto en el lagrimal. Conseguí relajarme y acabé medio adormilado, soñando con el generoso escote de la farmacéutica morenita que suele venderme el ibuprofeno. En ello estaba cuando vino otro chino que cambió la lámpara de lugar, desclavó las agujas y me puso dos vasos calientes que hacían vacío y me pellizcaban un poco la piel. Media hora más tarde desmontó la instalación y comenzó a pellizcarme por toda la espalda. Me aconsejó no subir a un auto ni de acompañante, y nada de jugar al tenis. Lo primero me resultará imposible de cumplir. Lo segundo muy fácil: no sé ni por dónde se agarra una raqueta.

Me explicó detalladamente que esto de la acupuntura es cosa de unas cuantas sesiones y que me iban a hacer un preparado especial para mi caso, que podría recoger y pagar al día siguiente. A la salida había otro chino más joven en una mesita donde se abonan los 1.000 de rigor quien, de paso, me preguntó si no quería algo para incrementar la potencia sexual. Le contesté que mejor se lo ofreciera a su señor padre, por si fuera capaz de engendrar un hijo menos imbécil. Me miró con ojos asesinos, pero no abrió la boca.

La espalda no me dejó dormir. Estuve tentado de tomarme un ibuprofeno que, como digo, me va muy bien, pero decidí llamar a un traumatólogo que me habían recomendado para que me atendiera esa misma mañana, que era una urgencia. Me dijo que no podía verme hasta el día siguiente y le propuse, para ganar tiempo, ir directamente a que me hicieran una radiografía. Herido en su orgullo de dios menor, respondió que primero tenía que examinarme y decidir lo que se debería hacer. Me enojé un poco con el doctor, pero hay que tener paciencia: uno no puede enfadarse con ellos porque no hay muchos, y ya tengo alguno en el congelador.

Me recibió muy amablemente a la hora prevista, me auscultó con mucho cuidado, sin prisa, se interesó por mi estado físico, me preguntó cómo me iba en Santo Domingo, me cobró los 1.000 pesos reglamentarios y me recetó ibuprofeno.

Salí a la calle y me puse a reír como un loco.


IMAGEN: Si le duele la espalda, acuda a su traumatólogo de confianza. Ni se le ocurra automedicarse con "ibuprofeno" ni con ningún otro fármaco. Su doctor de indicará cuál es el mejor tratamiento para su caso.

sábado, 12 de junio de 2010

La carretera de las lágrimas

Haití es el país más pobre del hemisferio occidental. La malnutrición está ampliamente extendida y apenas la mitad de la población tiene acceso al agua potable. El analfabetismo y las enfermedades que genera la pobreza golpean duro.

En este entorno, unos minutos antes de las 5 de la tarde del 12 de enero de 2010, la placa tectónica del Caribe se deslizó y presionó sobre su vecina norteamericana, produciendo un terremoto de proporciones bíblicas, con el resultado de doscientos mil muertos, quinientos mil niños huérfanos, más de un millón y medio de personas sin hogar y tres millones de damnificados.


En Jimani, República Dominicana, desde donde iniciamos el camino hacia el infierno haitiano, perduran los ecos de la tragedia. Llegamos a Mal Passe, que no es propiamente un pueblo, sino una ranchería ya en territorio haitiano; luego Font Parisien, un lugar de hermoso nombre sin nada destacable; Petion Ville y, finalmente, Puerto Príncipe, tras unos 90 minutos de viaje.

Apenas se ven campos de cultivo en esta carretera de las lágrimas por donde ingresó al país una gran parte de la ayuda humanitaria. Pequeñas plantaciones de supervivencia, cocos y mangos. La ganadería, escasa, y la industria, inexistente.


El desastre sobrecoge. Han pasado cinco meses desde que el terremoto golpeara Haití con tanta saña. El paisaje es una espeluznante naturaleza muerta, desgarrada. Todo lo que veo es desolación, como si un demiurgo exterminador y loco hubiera decidido acabar de golpe con este país permanentemente fallido, en los últimos puestos del desarrollo humano.


Se percibe una miseria antigua, una población resignada a la pobreza, que sobrevive milagrosamente llorando a sus muertos, bajo unos gobernantes que se olvidaron hace mucho tiempo de los ciudadanos a los que prometieron una vida mejor durante sus ruidosas, falaces y embusteras campañas políticas.


Parece como si nadie se hubiera molestado en retirar los escombros. Un hombre se lava los antebrazos en un charco de agua estancada. Entre la basura y los edificios derruidos, se han establecido pequeños puestos aprovisionados a costa del saqueo. Venden comida, ropa y, en una ironía suprema, productos de higiene. Un desagradable hedor lo impregna todo. Por todas partes, vehículos de la ONU, cascos azules y soldados norteamericanos. Los haitianos, sentados en el suelo, miran, como espectadores de una película de terror en la que ellos mismos son los protagonistas.


No hubo avisos, ni evacuación, ni alarma. El cinismo de este siglo naciente, llenó el país de cooperantes, voluntarios y ayuda humanitaria que, en gran parte, se la tragó la corrupción, el egoísmo y los absurdos caminos de las burocracias.

Hasta el infierno se resiste a una versión figurativa del tormento de miles y miles de personas que vagan heridas, mutiladas, hambrientas, enfermas y sin sombra de remedio ni esperanza entre las ruinas de su propia carne.


Entre las ruinas de su propia nada.



IMAGEN: Miles de haitianos huyeron hacia el interior en busca de comida y seguridad. El costo del combustible se disparó y los conductores elevaron el precio de los billetes, forzando a algunos a pagar más del sueldo de tres días por un asiento.

domingo, 30 de mayo de 2010

Día de las Madres

Durante mucho tiempo mantuve la convicción de que el día de las madres, del padre, del hijo o del espíritu santo no era más que un invento, un conejo sacado de la chistera de los agudos responsables de marketing del Corte Inglés y otros establecimientos de parecido corte, con el único propósito de aliviar regularmente nuestros bolsillos a costa de estas enternecedoras celebraciones familiares.

Con los años, viajando por el mundo, pude comprobar que en todos los países existen festejos similares, incluyendo el día del niño, del abuelo, del tío carnal… No faltan, en algunos, el día del periodista, de la amistad, de los héroes, de los enamorados ¡cómo no!, del indígena, del orgullo gay, del médico de familia… Y así hasta cubrir todo tipo de parentelas, oficios, personajes y actividades posibles que, cuanto más, mejor para hacer caja.

Pero, contra lo que yo suponía, el día de las Madres, así, con mayúscula porque ellas se lo merecen, no es un invento tan moderno ni muchos menos. En 1870, Julia Ward Howe, norteamericana, activista social, abolicionista y poeta, creó el
día de las madres por la paz, que luego devino en la festividad que hoy solemnizamos.

Las primeras celebraciones se remontan a la antigua Grecia, en honor a
Rea, madre de los dioses Zeus, Poseidón y Hades. Se dice que los romanos adoptaron de los griegos estas efemérides con el nombre de La Hilaria, materializada en tres días de ofrendas, durante los idus de marzo, en el templo de Cibeles o Magna Mater, madre de los dioses del Olimpo.

La mayor parte de las creencias, valores y prácticas religiosas y filosóficas se ocupan de la figura materna con algún grado de exaltación. El budismo propone contemplar a todos los seres vivos como a nuestra madre y habla mucho del cariño de la madre hacia el hijo.

En un
sütra  –literalmente, discurso –  de la filosofía budista se enuncian los diez tipos de bondades brindadas por la madre a su hijo. Creo que os gustará conocerlas:

La primera, proteger y cuidar al bebé en su vientre;
La segunda, soportar el dolor del parto;
La tercera, olvidar todo el dolor cuando el hijo ha nacido;
La cuarta, amamantar al hijo con su pecho, educarlo y hacer que crezca;
La quinta, comer ella el bocado amargo y guardar el dulce para su hijo;
La sexta, poner al hijo en lugar seco y acostarse ella en lo mojado;
La séptima, limpiar la suciedad del hijo;
La octava, pensar siempre en el hijo que está lejos;
La novena, el interés y devoción sinceros;
La décima, el amor hasta la muerte.

Es hermoso reconocer lo difícil que resulta devolver todo esto.

¡Feliz día de las Madres!


IMAGEN: Fragmento de "Madres de la Plaza de Mayo", pintado en 1983 por la artista argentina Diana Dowek. Sus obras han sido galardonadas en Argentina, Estados Unidos y España.