sábado, 30 de abril de 2011

Monárquico o republicano

El 14 de abril, algunos obstinados conmemoran el Día de la República Española, no sé si se referido a la primera, a la segunda, al día en que la instauraron o a su fecha de caducidad. Lo cierto es que, como dijera El Guerrita –califa del toreo cordobés–, “hay gente pa tó”, así que no me faltaron correos mayoritariamente favorables a tan singular celebración.

Es notoria mi absoluta indolencia por estas cuestiones y el nulo interés que despiertan entre mis neuronas. Pensaba yo que, viviendo en un reino, en el Reino de España, hubiera uno de ser monárquico por simple toponimia, sin ir más lejos.

image“Tanta tropa no puede estar equivocada”, -me dije no obstante- y como esos días apetecía madrugar, me dispuse a invertir el alba rebuscando en la wikipedia lo que el mercado ofrece en el rublo de repúblicas y monarquías. Y encontré cosas interesantes:

Estados Unidos. República. Primera en el ranking mundial de competitividad y en investigación y en universidades y en “n” aspectos más. Tantos que Zapatero decidió irse junto a Obama a rezar por si el de arriba le echaba una manita con lo del paro. O con lo de las niñas.
Finlandia. República. Primera en educación, según el informe PISA, y en investigación tecnológica. Ha firmado todos los instrumentos internacionales existentes sobre derechos humanos.
Alemania. Republica. Eisbeis mit Sauerkraut. Goethe, Schiller, Bach, Beethoven, Kant, Hegel…¡Casi nada! Primera en empezar a crecer tras la crisis. Locomotora económica de Europa, germanófilos aparte.

A punto de hacerme republicano, me entero de que algunos recalcitrantes quieren volver a 1933. Eso sí que no. Poco después vino la guerra y los republicanos la perdieron. Y el presidente de aquella república se llamaba Azaña, con “z”. Definitivamente, no. Nada de “zejas”, nada de desenterrar muertos.

Tiré de nuevo de wiki y encontré esto:

Japón. Monarquía. Alfabetización del 99,9%, de las más altas del mundo, si no la más. Todo en electrónica y tecnología de última hora. A pesar del terremoto y de las centrales atómicas descacharradas, primeros en casi mucho.
Suecia, Noruega y Dinamarca. Monarquías. En el grupo “muy alto” de desarrollo humano y a la cabeza de Europa en desarrollo económico. Calidad de vida, smørrebrød, esquí a tope. Envidiables en casi todo.
Reino Unido. Monarquía. Ochenta años de esperanza de vida al nacer. Echándole huevos para remontar la crisis fuera del euro, conducir por la izquierda… Fausto idioma universal.

Nada, nada, ¡monárquico!...

imageMejor no. Estoy hecho un lío. No me apetece ser súbdito como los ingleses. Volví a considerar las repúblicas: Cuba y Venezuela no, que son dictaduras del pueblo y a mí el pueblo me la reflanflinfla. ¿Qué tal China?... Un “dragón” con la economía disparada, la muralla china… ¡hermoso país! Se debe estar bien allá. Pero no me gusta tanto rollito primavera y tanto arroz tres delicias, que estriñe mucho. No. Tampoco.

Y de pronto se hizo la luz: ¡soberanista! Eso es. Me haré soberanista. Fiel, como la fiel infantería, al brandy Soberano de González Byass.


IMÁGENES: Arriba, fragmento de “La libertad guiando al pueblo”, del pintor francés Eugène Delacroix. Abajo, una calle de Londres engalanada para la boda del príncipe Guillermo de Inglaterra con Kate Middleton.

sábado, 16 de abril de 2011

Semana Santa

Semana SantaNi ancestral folklore patrio, ni rito atávico, ni baraúnda religiosa, ni espectáculo turístico. Simplemente, el reencuentro de un pueblo, en la concordia de la primavera, con el paisaje moral de sus sentimientos y de su conciencia, de sus pasiones y de sus emociones. La cita con la memoria, preservada a través del tiempo, que nos vincula con la necesidad de la indulgencia, en esa dimensión social del amor y la piedad.

Esto es, en cualquier lugar de España, nuestra Semana Santa: una conmemoración profundamente enraizada en las mejores cualidades humanas, en la ética y en la religión, arropada en una simbología de enorme potencia emotiva y bellísima sensibilidad estética.

Las miradas vacías de los que no ven deberían asombrarse del respeto con el que vive cada uno la expresión de su fe o los motivos de su presencia. Ninguna otra cita masiva genera tantísima tolerancia. Mujeres pro-abortistas caminan descalzas junto a la imagen del Cristo del Gran Poder, protegiéndose acaso, con un pañuelo, de la lluvia de cera de los cirios. Políticos profundamente críticos con la Iglesia Católica, presiden sin conflicto las procesiones de su ciudad.

Al caer la tarde del Viernes Santo, las calles se visten con los colores serios de las túnicas de los costaleros cubriendo la arpillera de sus costales. Caminan sin reparar en la presencia de la gente, sombras mudas, silenciosas zapatillas de esparto, rápidos y solemnes hacia su cita anual con el rito de la pasión y la misericordia. No hay gestos, ni palabras, ni saludos.

Dentro de unas horas serán solamente costaleros anónimos portando la efigie de un Cristo Crucificado en la procesión de una de las numerosas cofradías. El majestuoso andar de costeo a costeo, tantas veces ensayado, levantará arrebatadas pasiones entre el público, al compás de una música solemne, en el estallido de la percusión o en la situación respetuosa del silencio.

Nadie que no haya estado en las trabajaderas, juntando su esfuerzo con otros como él, sabe hasta qué punto se comparte ahí abajo la experiencia del sufrimiento. Uno de ellos, intelectual escéptico, me dijo un día: “No creo que estoy llevando a Dios sobre mis hombros, pero sí a un hombre que murió por el perdón de todos. Con esto me basta para involucrarme.”

Las imágenes pueden tardar un ratito en aparecer.

En Aragón, la Semana Santa se vive bajo el eco profundo, palpitante y abrupto de bombos y tambores. En el estruendo de la percusión, con su ritmo monótono y primitivo, desfilan las procesiones, los penitentes, los pasos y las cofradías. Se evocan autos sacramentales y el pueblo conmemora con piedad la muerte del Salvador.

Del Hombre que, al perdonar a sus enemigos porque no saben lo que hacen, dejó abierto el poder del Dios clemente incluso para los que sí lo saben.


IMAGEN: Cartel promocional de la Semana Santa de 2011 en Zaragoza, Ciudad de los Sentidos, editado por el Depto. de Turismo.

sábado, 2 de abril de 2011

¿Cómo dice que se llama usted?...

En un país mayoritariamente religioso, donde el “gracias a Dios” y el “si Dios lo permite” están presentes a todas horas y en toda circunstancia, el viajero esperaría encontrarse con personas cuyos nombres estuvieran, digamos, más acordes con el santoral de la iglesia o el almanaque bristol hispano americano. Nada de eso.

La fórmula ¿cómo dice que se llama usted? se constituyó en la repetida y obligada pregunta del recién llegado, ante la imposibilidad de entender, en primera instancia, nombres como Bellanire, Waquidia, Marondy o Numencio. Con el paso de los meses, uno se va acostumbrando a tan multicolor hecatombe onomástica, regodeo de lingüistas y júbilo de lexicógrafos.

En su desmedida afición por la singularidad, tan propia de los dominicanos, destacan algunos personajes que aportaron pinceladas de supuesta cultura a este delirio. El dictador Trujillo puso a sus hijos nombres de personajes de la ópera Aida: Ramfis y Radamés, nada menos.

Se dice que, durante la represión antiizquierdista del presidente Balaguer, centenares de padres contestatarios expresaron su protesta bautizando a sus hijos con nombres de simbología comunista: Hochimín, Sovietski… incluso Stalin y Lenin, que ya son ganas.

Con el rechazo frontal del cura de la parroquia, alguien, hacia 1940, tuvo la idea de tributar su mejor creación, sus hijos mellizos, a dos estrellas cercanas a su ideología: Hitler y Mussolini. La embajada de Italia, complacida, envió al admirador dos retratos autografiados de los líderes fascistas.

En esta alucinante carrera hacia la conquista de lo peculiar, destacan disparates que acompaño de sus apellidos para que puedan apreciarse en su justa dimensión: Expreso Valdés, Meningitis Rodríguez, Etcétera Vázquez, Suéter Pons o Albania Urss Díaz.

Siempre no fue así. En algún tiempo, lo habitual era bautizar al recién llegado con el nombre del santo del día, con la nota pintoresca de que, a veces, se utilizaba únicamente la denominación religiosa genérica del santoral como, por ejemplo, Nuestra Señora Rodríguez, Apóstol Santiago González, o Beata Sánchez. Acaso surgían combinaciones poco ortodoxas, como Santa Bileisy o Pura Inmaculada Virgen, cuando no Epifanía de Jesús, Corpus Christi o incluso un Nolaborable Pérez.

La crisis de las ideologías, hacia los ochenta, dio paso al culto a lo norteamericano, a la hamburguesa, la novela rosa y la televisión. Florecen aliases infelices, verdaderas atrocidades como Macdonal Garrigues, Usamade Ramos  -por lo de “made in USA”-  o Usmail Álvarez  -aunque el correo americano no tuviera nada que ver con la llegada del pequeño-, Gary Cooper Fernández, Disneya García, Yuleidy Castaño, Minellys del Pozo -por Liza Minelly-, Pelusa María Novoa, -por “pelusa” Maradona- y así sucesivamente.

Aporto un toque político singular: Rubalcaba Martín Gala tampoco quedaría mal.


IMAGEN: Portada del "Almanaque Bristol", publicado para América Latina desde 1832. Entre su contenido destacan datos astronómicos, previsión del tiempo para todo el año, horóscopo y santoral. Similar al español "Calendario Zaragozano".

Para asombrarse con más nombres dominicanos, pinchar aquí.

viernes, 1 de abril de 2011

Bachata

Dentro del ambiente de la música caribeña, el merengue ha jugado siempre un papel preponderante. Algunos lo consideran, no sin razón, el baile nacional dominicano, el folclore nacional. Su tono alegre y desenfadado es lo que más suena, durante las 24 horas del día, en las radios del país.

El segundo o tercer puesto, salsa mediante, en un imaginario ranking de popularidad, se le podría adjudicar a la bachata, un ritmo híbrido del bolero, con algunas influencias de origen africano y otros estilos como el merengue citado, el cha-cha-cha, el son y el tango.

Desdeñada hasta un pasado reciente, esta música se consideró propia de las clases populares, y llegó a definirse como “música de amargados”, que no habrá en el mundo mayor infamia y baldón para una música. No obstante, el interés por la bachata surgió en los años 80, con el esfuerzo de algunos compositores dominicanos que vieron en ella el nacimiento de un nuevo género, aportando una visión diferente a la que articulaba esta expresión musical con lo urbano y de bajo estrato social. La expansión de los medios masivos de comunicación y el auge del turismo hicieron el resto.

La bachata reproduce el mismo espíritu melancólico, nostálgico y de animosidad amorosa de otras expresiones musicales latinoamericanas, como el tango de los barrios porteños de Buenos Aires, combinando pasión, amor y desamor, con la nostalgia del migrante.

Haciendo clic en la flechita de más abajo se puede escuchar
Obsesión, la bachata de mayor éxito internacional del grupo dominicano Aventura.



Etimológicamente, la palabra bachata tiene un origen africano para designar la juerga, el jolgorio y la parranda. Algunos vislumbran un antecedente español en el fandango. Con estos datos, no es de extrañar que se la hubiera considerado como una forma de recreación popular, una fiesta que se realizaba en cualquier patio, bajo la sombra de un árbol callejero o en una esquina cualquiera.

La mención más antigua sobre la bachata aparece en un documento de 1922 referido a los hombres del poblado de Sabaneta, que dice así: “encuentran en el pueblo todo lo que puede halagar sus vicios y apetitos mal contenidos: peleas de gallos, golosinas y ron. Pero lo que más les encanta y atrae es la bachata, de guitarras y cantos y boleros. Allá están largas horas, entre trago y trago, sin preocuparse para nada de la heterogeneidad social del conjunto, ni del hálito asfixiante con que el polvo y el sudor enrarecen el ambiente, ni de la forma incivil con que se arrebatan unos a otros las bailadoras, hasta que, muy entrada la noche, vuelven achispados al hogar”.

Nada raro que, inmersos en tamaña batahola, se olviden por completo de heterogeneidades, hálitos y formas otras que no sean las curvas de las atractivas bailadoras.

¡Tiempos pasados que no volverán!


IMAGEN: Fragmento del cuadro "Bachata", acrílico sobre tela de la pintora ecuatoriana Paulina Altuna, hoy residente en Suiza.