sábado, 21 de agosto de 2010

Las lágrimas de Enia

Las perseidas son una lluvia de meteoros que parecen irradiar de la constelación de Perseo. En la Edad Media, el fenómeno tenía lugar durante la noche en que se recordaba a San Lorenzo, por lo que se asociaron con las lágrimas vertidas por el santo mientras lo quemaban sobre una parrilla.

Esta es mi particular versión.

Los astrónomos bautizaron a la estrella con el nombre de SN1998M, pero sus amigas la llamaban, simplemente, Enia. El brillo de esta pequeña y joven perseida, intensamente blanca, se consumía enamorada de un hermoso planeta azul que giraba, sereno e indiferente, alrededor de un espléndido sol.

Una tarde anunció a sus amigas más íntimas, Algol y Mirfak, su decisión de abandonar la galaxia para reunirse con su amado en aquel lejano sistema solar. Planeaba acercarse lo suficiente a su órbita, como para que éste la atrajera con su fuerza de gravedad, quedando así atrapada, durante millones de años, como inseparable compañera del planeta de sus sueños.

La llamaron loca. Trataron de disuadirla de su aventura, advirtiéndole de los numerosos peligros que acechaban fuera de la constelación. Le explicaron, como pudieron, que el universo era un sistema complejo, donde todos debían ocupar su lugar, apoyando y manteniendo un delicado equilibrio gravitacional que su atolondrada huída podía poner en riesgo.

Todo fue inútil. Partió una mañana, sin atender a los ruegos de sus amigas, quienes la despidieron sumidas en una leal tristeza, seguras de que no la volverían a ver.

Fuera, el universo era tan negro que la masa de Enia apenas conseguía iluminar débilmente su camino y pronto se vio envuelta en un laberinto de órbitas y cuerpos celestes que se movían a una endiablada velocidad. Apenas había viajado unos pocos parsecs, cuando estuvo a punto de que la engullera para siempre un amenazador agujero negro. Más tarde, en los confines de su galaxia, se enredó en la larga cola de 109P, un cometa que cruzaba por allá cada 135 años: “¡Mira por dónde vas, estúpida!”. Asustada y desorientada, se perdió en la oscuridad.

Cuando Algenib, una supergigante amarilla, el astro más brillante de la constelación de Perseo, supo de la locura de Enia, no dudó en salir en su búsqueda, acompañada de Algol y Mirfak. Con la ayuda de su potente luz y guiadas por el rutilante rastro de lágrimas que nuestra protagonista iba dejando a su paso, pronto dieron con ella en un oscuro rincón del universo, junto a un cúmulo de polvo estelar. Sus dos amigas, dichosas de haberla encontrado, comenzaron a girar alegremente en una órbita próxima a la estrella enamorada, rodeándola con su cariño en su regreso a casa.

La lluvia de perseidas o estrellas fugaces que podemos ver en el cielo hacia mediados de agosto, son las lágrimas de Enia que llora desconsolada por el amor imposible de aquel inalcanzable y hermoso planeta azul.



IMAGEN: La lluvia de perseidas, visible únicamente en el hemisferio norte, se produce cuando la Tierra cruza la órbita del cometa 109P/Suift-Tuttle: las partículas de polvo desprendidas de su cola se incendian al entrar en contacto con nuestra atmósfera. La intensidad de esta lluvia oscila entre 30 y 100 meteoros por hora.

La expresión “planeta azul”, referida a la Tierra, es original del inolvidable naturalista Félix Rodríguez de la Fuente, que inmortalizó con ese nombre una de las series más populares de la televisión española de los años 70.

9 comentarios:

Laura dijo...

¿Cómo es que se te ocurren estas cosas?

Ignacio dijo...

Un santo que tiene la coña de pedir a sus verdugos en medio de martirio "ya estoy asado por un lado. Ahora que me vuelvan hacia el otro lado para quedar asado por completo", no puede haber derramado lágrima alguna, así que tu explicación me parece más plausible. Un abrazo

José María dijo...

Como siempre original y brillante
José María

Jorge dijo...

Muy buena la historia de las estrellas, ya me lo favoritearé en casa, un beso

Agnes dijo...

Me alegro que estés disfrutando de tus vacaciones en los Pirineos. Me encantó tu artículo de las perseidas y me reí mucho con la narración del chop suey de pollo.

Teresita Céspedes dijo...

Que hermoso, amigo!!!!!!!!!. Hace 2 años estuve por el Escorial y visité el monasterio donde supuestamente se le quemó a este santo. Besitos, Félix.

Tania dijo...

Hola, Félix: He leído el cuaderno y está fabuloso. Espero estés bién. Me dices cuándo estarás en Santo domingo

Pascale Lora dijo...

Romantica, poetica. Encantadora la historia y podria ser verdad.
Viste la pelicula de los hermanos Taviani?
Un abrazo desde el Cantábrico

Ana Erice dijo...

De vuelta en este extraño trópico paraguayo en el que las temperaturas nos obligan a dormir con manta y el sol no logra abrirse paso entre la bruma provocada por la quema de los pastizales aledaños a la ciudad, te seguimos extrañando. Acabo de leer tus deliciosas líneas sobre el día del padre. Tierna tu historia personal. Papá, a quien yo no me acostumbro a no volver a ver en este mundo, me hablaba del "Sacamantecas" y de música, le recuerdo tocando una armonica que aún ví hace unos días en el cajón de su mesilla de noche...
Cuídate mucho y sigue enviándome tus crónicas. Un fuerte abrazo.