sábado, 18 de septiembre de 2010

Rafael

Alguna tarde, cuando el calor aprieta, o sea, con frecuencia, suelo visitar el colmado de Rafael para echarme al coleto una Presidente bien fresquita y, de paso, departir con su propietario sobre cualquier cosa que venga a cuento, divina o humana. Un día es de fútbol  -el campeonato del mundo dio para mucho-, otro día toca política, algunos sobre pura filosofía de la vida, que en eso es una eminencia. A veces, sobre su ascendencia española, de la que presume discretamente. Así hasta que su pequeño dispensario se le llena de clientes, si se le llena, y entonces me despide con un guiño.

Rafael llegó a Santo Domingo con su esposa, desde Baní, hace ya muchos años, cuando todavía eran jóvenes, dice él. Es un hombre recio, de los de antes, con el mentón pronunciado y las manos gruesas, herencia de otros tiempos, de cuando cultivaba su propia tierra. Peina canas pero conserva el pelo, blanco, como su corazón. Guarda siempre una sonrisa y tal vez un consejo, si se lo piden, para todo aquel que asome por su pequeño negocio.

Se conoce al dedillo las propiedades curativas de la fruta que vende. Si usted anda cansado, no lo dude, sus naranjas las mejores; si la señora tiene mal las articulaciones, nada como sus manzanas; ¿problemas con el estómago?, el guineo maduro insustituible… Sale uno convencido de que se lleva lo mejor y, de regalo, una sonrisa, su sonrisa, gesto apreciado por todos los que le conocen, que son una enormidad.


Desde hace casi treinta años forma parte del paisaje del barrio. Siempre con su esposa, hasta que se la llevó el cáncer. Dicen que la lloró con lágrimas que no salen de los ojos, sino del corazón. Jamás perdió las buenas maneras y las ganas de vivir, y eso le hace grande entre los grandes.


La casualidad quiso que el camarero y dueño de un modesto restaurantito próximo a su colmado, compañero de juventud en Baní y algo más que un amigo para nuestro protagonista, me hiciera una confidencia mientras cenaba yo un delicioso chillo a la criolla. Desde hacía unos años, desde que su mujer faltaba, Rafael iba a tomarse un ronsito todos los sábados por la tarde, tal vez como premio a una semana dura. A la mitad del trago hacía una llamada:
“Era corta; él no hablaba; me extrañó siempre aquel silencio y, sobre todo, la sonrisa tan especial de su rostro”, me dijo el dueño. 

Una tarde, Rafael olvidó su teléfono celular sobre la mesa y, el camarero, profundamente curioso, decidió pulsar la tecla de rellamada. Aún le temblaban las piernas, me contó, al recordar, al otro lado del auricular, la voz de la esposa de Rafael, femenina y joven, pidiendo dejar un mensaje después de oír la señal.


Comprendió entonces que Rafael llamaba a su propia casa para escuchar a su esposa, cada semana, aunque solo fuera una grabación pero, probablemente, la única manera de sentirla cerca, al menos un momento, suficiente para seguir adelante.


Tal vez por eso, Rafael no ha perdido la sonrisa.



IMAGEN: De economía familiar, los colmados suelen ser también punto de reunión para jugar un dominó, sentarse a ver un partido de beisbol o disfrutar de una botella de cerveza o de un vaso de ron.

13 comentarios:

Jorge dijo...

Muy bonito, papi, eres un fiera, un beso, primero en leerte.

Marichu dijo...

Me gusta mucho todo lo que escribes, por muchas razones, pero de todas destaco que los protagonistas están llenos de ternura. Sabes que espero de ti lo mejor.

Ignacio dijo...

Entrañable Félix, hasta haces que uno se emocione sin sentir verguenza.

José María dijo...

Amigo, tienes la jodida virtud (perdón por la expresión)de emocionarme con todo lo que escribes
No pares nunca...
Espero compartir pronto contigo tus vivencias en Dominicana

Pascale Lora dijo...

Lagrimas de emocion por la historia, por la manera de contarla. Gracias!

Laura dijo...

Eso de las lágrimas que salen del corazón y no de los ojos me hizo lagrimear.

Ana dijo...

Hace un sol tímido y ya va siendo la hora de echarse la siesta, razón por la cual estamos de vuelta en casa cuando aún queda tarde por delante.
Leo tu historia sobre Rafael siguiendo los consejos de Gema y Tomás. Deliciosa, !una vez más!
Gracias por ser tan ameno y muchos besos con el rosa de los lapachos que inunda las aceras.

Olgui dijo...

Con lo de Rafael me has hecho llorar... intimo y dulce! Abrazote dominguero y asunceno.

Leónidas dijo...

Felix, cada día te esmeras más. Estuvimos el sábado en una merienda en la casa de Natalia Rubini; ella está esperando bebé. Vas a ser tío, dijo. Estuvo Silvia, Ángela, Lisa, Nélida, Cemia, Natalia por supuesto y yo, Leónidas. Cariños y que todo te vaya bien. Estupendo todo.

Toni dijo...

Gracias por el blog - no te he dicho nada nunca, pero es cierto que me lo leo con interés... son unas agradables bocanadas de "aire" por cierto muy bien escritas - tu última entrada es realmente poética y romántica. Muy bonita.
Estaba leyendo esta historia... y sabes... en mi imaginación se dibujaba esa tierra, ese espacio con Rafael, su gente... y durante toda la historia, una banda sonora de son y salsa - melancolica pero dulce! Que bueno!!
Ojalá nos veamos de nuevo, y me cuentes mas vivencias al lado de una "presidente"... me apetece, si.
Un abrazo fuerte.

Unknown dijo...

suegrooo queridooo!!!! me hiciste llorar! me encanta leerte de verdad mi amigo querido es increible como a la distancia y en cada uno de tus escritos me seguis enseñando algo o mucho de la vida te quiero mucho! de verdad! y te extraño! cuidate

Álvaro dijo...

Vaya con la llamada al contestador; me ha dejado jodido por el resto del día, con lo romántico que soy.
Pobre hombre, sigue atado a esa voz. Es bonito pero triste. Si le alegra el día, bienvenido sea el contestador.
Un abrazo.

Laura (Atlantic City) dijo...

!Ah, jodido FG! ¿Cómo eres capaz de escribir con tanta delicadeza y sensibilidad con lo "duro" que pareces?... ¡Contáme!