“Jesús nació en Belén de Judea” (Mateo 2: 1). “Le envolvieron en pañales y le acostaron en un pesebre, porque no había lugar en la posada” (Lucas 2: 7).
“El pueblo, que andaba a oscuras, vio una luz grande. A los que habitaban en tierra de sombras, la luz les resplandeció. Se acrecentó el regocijo y la alegría por la llegada del salvador”. (Isaías 9: 2-3).
Exactamente eso es lo que estamos celebrando… o deberíamos celebrar: el nacimiento de un hombre que vino al mundo a dar su vida por el perdón de los que no saben lo que hacen y de los que sí lo saben.
Pero la realidad, obstinada, semeja haber superado nuestro símbolo de la Navidad −el Niño Jesús− para ponernos en manos de un personaje barrigudo, disfrazado con un grotesco traje rojo y una enorme barba blanca, postiza por más señas. ¿Alrededor?... Lucecitas de colores formando estrellas y trineos e iluminando arbolitos nunca vistos por estas latitudes tropicales.
Comerciantes haciendo estragos con el dinero de las regalías: “Ven a celebrar la Navidad comprando en […]”. Póngase aquí el nombre de cualquier calle peatonal o del mall que se desee. Otro propone: “¡Pídele a Santa! Mi lista para Santa en esta mágica Navidad” y a continuación, la hoja se llena de líneas horizontales para que el nene o la nena escriba, sin torcerse, su inventario de caprichos.
Un popular diario publica un suplemento Especial Navidad. Entre páginas y páginas de anuncios invitando al consumo, se felicita porque llegaron los cuartos, sugiere cómo decorar los espacios según las últimas tendencias, nos propone una mesa esplendorosa y hasta un menú a base de platos dominicanos. Asegura que “la Navidad se llena de emoción brindando con […] el auténtico sabor de la Navidad” o con un amaretto di amore, como broche de oro, nada menos.
No falta una tienda de repuestos (?) que “puede hacer la diferencia irradiando bondad, paz y amor en esta época”; un arroz que “alimenta tu espíritu navideño” o unas fiestas con internet “a doble velocidad”. La publicación dogmatiza con alborozo: “¡Santa y los Reyes existen!” y termina con media paginita izquierda dedicada a los 150km de recorrido de Nazaret a Belén, lamentando el conflicto bélico que los separa.
Ni alusión, ni atisbo, ni referencia a una fiesta profundamente enraizada en la religión y en la ética, en esa dimensión social del amor, la compasión y la piedad, como valores inequívocos de nuestra condición humana.
Mientras, ahí al lado, cientos de haitianos mueren de cólera, indiferencia y olvido.
IMAGEN: Belén en barro. Artesanía paraguaya. Museo del Barro, Asunción. (Foto FG)